lunes, 12 de febrero de 2007

E-mail 6

Hola a todos!
Si no os escribo ya, se me van a empezar a olvidar cosas, así que a ello me pongo. La cena en mi casa duró hasta las dos más o menos. La cosa se me fue un poco de las manos cuando entre amigos de amigos, invitaron a nueve personas más. En un momento dado veo que están entrando gente de la embajada que no había invitado, y salgo por lo menos a recibirlos a mi casa. Incluso la señora cónsul nos honró con su visita, aunque por no quitarse la gabardina tipo matrix, arrasó a su paso con tres vasos (de plástico) llenos de bebidas varias. Ni se dió cuenta. Yo estaba justo al lado de la mesa viendo cómo caían, impotente. A alguno que otro más se le fue el pulso. Otro problema de pulso fue el de abrir las botellas sin sacacorchos (me faltan ese tipo de cosas en casa). Pero los valencianos lo consiguieron no sé cómo, aunque al precio de dejar el corcho dentro.
Un amigo búlgaro que se llama Blugumir (aunque lo llamamos Blandiblú para no olvidarnos) bebió un poco más de la cuenta. No es la primera vez que veo que los búlgaros no controlan su límite. Tuvimos que llevarlo a casa, aunque afortunadamente vive en mi barrio.
El crack de la reunión fue un búlgaro que trabaja en la embajada española. Se llama Stoichkov, y me dejó caer que tocaba la guitarra. Así que cuando vino el tiempo de guitarra se la dí a él. Y nos dejó a todos de piedra. Stoichkov se sabe todas las canciones nostálgicas y de tunas españolas, a parte por supuesto de canciones populares, y de grupos ochenteros. En resumen, todas las canciones típicas que la gente se sabe y se lanza a cantar. Por supuesto, este sofiense tenía que saber tocar sevillanas, y saberse las letras de todas las más conocidas. Alucinante. Y cuando hubo acabado con esto, se puso a imitar a chiquito. No era muy bueno, pero un búlgaro imitando a Chiquito no tiene precio; era graciosísimo. Cuando contó el chiste de 22, 22, 22 del dúo sacapuntas (que oí por primera vez con 10 años) ya tuve que hacerle una reverencia. A mi me llaman sevillano de palo, y como no, lo bautizamos como sofiense de palo.
Al día siguiente vinieron 6 a ayudar a limpiar, y afortunadamente mi querida casita quedó como al principio.
En la semana siguiente llegó del CERN el Dr Tsenov, y empecé mis clases de nuclear. Lejos de ser tranquilas, Tsenov me ha puesto las pilas desde el principio, y me manda bastante tarea para casa. En cada sesión nos zampamos tres capítulos del libro, que debo de llevar leídos. Eso sí, nos vemos muy de vez en vez, así que tengo que preparar muy bien cada sesión.
Borislav (el padre de Ronny) y su familia me invitaron el fin de semana pasado a su casa en Montana. Montana es un pueblo grande situado al noroeste del país. Por la autovía de Atenas se llega rápido, pero son 70km más. Así que fuimos y vinimos cruzando por una carretera secundaria que atraviesa la cordillera balcánica. Para salir de Sofía tuve que coger la única línea de metro que tiene la ciudad y que parte del centro hasta la zona noroeste. Se ve que en cuanto sales del centro de Sofía las cosas son menos bonitas en cualquier dirección. La zona oeste, igual que la zona Geo Milev (donde viví al principio), es tosca y fea. Los edificios no tienen el más mínimo detalle. Están numerados con grandes números de aspecto militar pintados en las paredes laterales, asociados al tiempo de asignación de viviendas. Están unos detrás de otros con pequeñas zonas de zarza o cemento, siempre muy descuidado. Es justo en esas zonas donde realmente tienes la impresión de que te van a robar, y es en esas zonas donde en efecto te suelen robar. Quedamos con el coche que nos recogía en una avenida bastante transitada de coches, pero poco de personas. Afortunadamente el coche no tardó mucho en venir. La conductora era Diana (que conduce muy bien, y raja por los codos). Me preguntó que porqué había elegido Bulgaria y no se me ocurre nada mejor que decirle que quería ir a algún sitio fuera de Europa. Me contesta: "Claro, fuera de Europa, en el tercer mundo". Me doy cuenta de mi error, pero no me dan oportunidad de corregirlo. De todas formas Diana tiene muy buen sentido del humor, y entendió lo que quería decir. Además estábamos Ronny, Siulver y yo. Tardamos unas dos horas a ritmo tranquilo. Llegamos a Montana sobre las 9 de la noche. El pueblo, como casi todos, tiene poca iluminación. Pero es bonito y tranquilo. Los recuerdos del periodo socialista se hacen mucho más evidentes en los pueblos que en Sofia. Igual que en los pueblos españoles, el terreno es más barato, y las familias se pueden hacer casas un poco más grandes (tampoco demasiado). La familia Trifonova vive en un piso mediano muy acogedor. El salón es amplio, con moqueta, y dos sofás grandes. La madre, Paraskeva, se ha pasado la semana entera pensando lo que iba a hacer de comer para que me gustara. Me dieron un dormitorio, lleno de plantas y libros, que es donde Ronny suele dormir cuando viene de visita. Ronny durmió en el salón, me pareció una pasada, pero se negaron a otra cosa. Para cenar, de entrante, ensalada shopska, que es la ensalada nacional por excelencia. Pepinillo y tomate con queso de oveja... bien aliñaito, rico como siempre lo he tomado en Sofia. Lo siguiente fue una novedad culinaria para mí. Se llamaba musaka, y es una tortilla de huevo como de 5cm de grosor, con carne y verduras. Le suelen echar yogur búlgaro por encima. Yo lo probé de las dos maneras. Delicioso. Borislav hace su propia rakía, que es una especie de ginebra. Así que había que probarla, pero casi muero en el intento. Aquello era prácticamente colonia. Solo acercarte te ponía malo. Para suavizar, me sirvieron también un vinito dulce de la comarca. Aunque eran muy agradables, en Montana volví a sentir fuertemente la impotencia de la comunicación. Después de mes y pico, me defiendo con el búlgaro de batalla por Sofia, pero una cosa muy distinta es sentarme a una mesa a comer en familia. Borislav decía: "Hay que ver lo callado que es este chico". Y Ronny le contestaba: "Pero como va a hablar si no entiende". Me ponían el canal internacional de TVE, para distraerme. Que si la princesa, que si un documental de provincias del noreste español, que si pequeños grandes genios... y el presentador que es un histérico. Aprendí que en los balcanes, el cáucaso y Rusia, no es correcto mentar a alguien por el apellido, sino por el nombre del padre. Por ejemplo, a Boris Yeltsin nadie lo llama Boris Yeltsin, sino Boris Nikolaievich. Es curioso que a pesar de que usar Yeltsin sea incluso irrespetuoso para los locales, la prensa internacional nos haya acostumbrado a lo otro. Vimos una peli china doblada al ruso, pero como aquí todos saben ruso del colegio, no hubo problema. El director era el de Tigre y Dragón.
Al día siguiente íbamos de escursión por la frontera serbia y rumana. El desayuno que preparó Paraskeva fue demasiado. Era mucha comida, y menos mal que invitaron a amigos a desayunar. A pesar de todo sobró y bastante. Paraskeva hizo mekitzi, que consiste en una masa de harina y yogur, frita al estilo de los churros y con forma de base para pizza. Se le echa queso, miel, mermelada... Solo me tomé 2, pero por lo grandes que eran, y lo que llenaban.
Salimos sobre las 10 de la mañana. Es el día en el que más he lamentado no tener mi carnet de conducir conmigo. Ronny tiene... digamos... un cierto grado de incertidumbre en cuanto a la dirección del volante. Nada más arrancar, casi se lleva por delante la entrada de su casa. Y que no se le vaya a ocurrir hacer dos cosas a la vez porque nos matamos (Ejs: Poner la calefacción y conducir, cambiar de marchas en una curva...). Todas esas maniobras resultaban en un acercamiento excesivo a la cuneta. ¡¡Y qué le pasa a la gente de este país obsesionada por adelantar justo cuando es mortal!! Lo llevan en los genes, creo. Mentiría si no dijera que pasé un mal rato.
Visitamos en primer lugar Belogradchik. Es un pueblo en medio de montañas boscosas y rocas pulidas por el agua y el viento. La vista del pueblo desde lo alto es muy bonita. Las casas son uniformes, y están distribuidas a lo largo de una ladera de bosque verde. En lo más alto de Belogradchik, está la Fortaleza Kale. Esta fortaleza se ha ido construyendo a lo largo de 2000 años. Entre los siglos I y III servía de punto de descanso y almacén de las rutas comerciales romanas. Fue capturada por Ludovic I (Hungría) en 1365, y fue la última resistencia frente a la ocupación otomana. Finalmente la recuperaron los rusos en 1878, y fue escenario de la última batalla de la guerra Búlgaro-Serbia de 1885. Para aquellos que os suene, Kale se da un aire al abismo de Helm. Tiene un altiplano con una muralla que rodea dos picachos monumentales, y entre estos dos picos, sobre la roca está construido el fuerte, con un montón de miradores y rocas a los que poder subirse para repeler al enemigo. Hoy por supuesto no es más que un museo en la montaña. Y no me equivoqué cuando dije que era de película, porque se han rodado algunas aquí.
Belogradchik ha explotado turísticamente cada una de las grandes rocas que tiene. Les ha buscado parecido, y las ha bautizado. Así podemos ver la roca del pastor, la del borrico, la del escondite Velko, la del estudiante, la de la monja, la del oso... y también el famoso solitario-pino-llorón.
Aparte de Kale, Belogradchik tiene cuevas y grutas por todas partes. Así que visitamos la más grande y famosa: la cueva Magura. Es además la más grande del país. Una enorme sala con techos como de catedral que se hunde más y más en la tierra. A la vez que bajábamos, la cueva se iba abriendo. Columnas calizas de 15 millones de años y murciélagos era todo lo que hacía ruido allí. En la parte más baja se puede ver como la tectónica de placas ha cizallado la sala más grande. La torsión es espectacular, y hay rocas enormes que se han desprendido del techo. Quien sabe cuándo se acabará por derrumbar. A medio nivel se ven pinturas del neolítico. Un hombre con los brazos en círculo sobre la cabeza era el hechicero, y los brazos representaban su poder. Junto a él están pintados los animales que se habían traído de las cazas, y los hombres que habían hecho la hazaña, en señal de reconocimiento. Los trazos son gruesos, y usaban la grasa reseca de los animales, llegando a dejar marcas de hasta un centímetro de grosor. Es un milagro que esas pinturas hayan llegado hasta nuestros días, teniendo en cuenta que la cueva fue usada como cuartel de esclavos durante el imperio romano. Podemos ver marcas de una rebelión de los esclavos, y restos de una mujer decapitada, posiblemente como escarmiento. Se habían hecho pequeñas casas cavadas en el suelo. Cada familia vivía en unos 4 metros cuadrados de superficie. Lo que no ha sobrevivido el paso del hombre son las estalagmitas, que están completamente ennegrecidas por la grasa de las manos.
De vuelta a Sofia, fuimos de día, y llegamos a la zona nevada de la cordillera balcánica, donde paramos en una piscifactoría para comprar truchas japonesas (que son pequeñas y amarillas). Las montañas son una vista al nivel de aquella en el monasterio de Rila. En efecto fui callado todo el camino, mirando.
Iba yo a clase como todos lo días esta semana, cruzando el subterráneo comercial del puente del águila (Orlov most), cuando se me acerca una chica y me dice: "Bla bla bla" en Búlgaro, y le digo "Perdona, pero soy español, y no te entiendo". Me dice en inglés "¿Conoces las ventajas de la meditación y el hare krisna?". Me enseña un libro en búlgaro más gordo que la Biblia, y le digo "Verás, es que no voy a entender nada". Me dice "No hay problema, te traigo uno en inglés mañana". Se me acabaron las excusas, así que acepté y quedamos a la hora que pasaba por ahí. Llevé también el e-mail para futuras entregas proselitistas. ¿Conoceré a algún grupo de sofienses de forma más normal? Estos meditadores sonríen mucho y todo el rato, y están muy de buenas. No es el carácter habitual de la ciudad.
Hacía un mes y una semana que no veía a Yana. Y por fin me invita esta semana al cine Odeon en el centro de la ciudad. El Odeon es como el Avenida de Sevilla en cuanto al tipo de películas. Pensé: "Por fin voy a ver algo de cine búlgaro", que ya tenía ganas. Dicen que no está mal. Total que llega Yana con una amiga, y vamos a por las entradas. Entonces veo que la peli es de los años 50, y es americana. El título era "Trambei "Shelianie"". Intentan traducírmelo y finalmente averiguo que vamos a ver "Un tranvía llamado deseo", solo que en búlgaro era simplemente "Tranvía "Deseo"". Pienso: "Bueno, una peli en inglés, ignoro los subtítulos en búlgaro, y fantástico". Entramos en la sala y empieza la peli. El volúmen al mínimo. Y de repente, empieza a hablar la rubia protagonista con su amiga, y a todo volumen en un altavoz a mi derecha, un búlgaro lee el guión con voz grave y sin emoción. Dos rubias americanas hablando con la misma voz de camionero búlgaro. Y los subtítulos en turco. Me da el ataque de risa en la sala medio llena. La gente mira. No me puedo controlar. Me tengo que hundir en el chaquetón para hacer menos ruido. Finalmente me calmo, y llaman a Yana al móvil. Me dice que en 10 minutos se tiene que ir. Y me veo solo en el cine antes de la mitad de la película sin enterarme de nada. Al poco me salgo, y decido ir al mercado pirata para compensar la tarde. Lo están cerrando, y acabo en McDonalds recuperando la temperatura con un Big Mac.
Arguiñe y Nur, mis vecinas, me invitaron al día siguiente a ir a la sala Bulgaria a un concierto por el día de Argentina. La invitación iba por cuenta del embajador (que majo es). La primera parte fue un Amadeus con piezas muy conocidas, y en la segunda salió un Argentino con el acordeón típico de allí que no sé como se llama, pero que tiene un sonido que me encanta. Una pareja de búlgaros bailaron un tango, y luego hubo piezas del acordeonista con la orquesta. Por cierto, la orquesta era la misma del día de España. Era la orquesta Joven de la radio ClassicFM de Sofía. Gente de mi edad, pero vaya tela como tocan. Los conservatorios de Sofia y Plovdiv son de mucho nivel según dicen, y se nota.
Ayer al final del día, los catalanes nos invitaron a ir a Studenski Grad y estar un poco con ellos y sus amigos de Lleida que están de visita, y hoy me marcho al Monasterio de Troyan en el centro de país. Cualquiera diría que no abro un libro, pero ya estoy de exámenes y trabajos de nota y no paro. Mis meditaciones en Troyan serán sobre el "Waterdrop model" de nuclear, y sobre un problemita de propagación en cierto plasma. Si me queda tiempo trataré la existencia y el sentido de la vida.
Ya es navidad en El Corte Inglés, así que felices fiestas, y un abrazo.
David

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