lunes, 12 de febrero de 2007

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Hola hola!
Una vez más, como no me ponga a escribir, se me van a juntar demasiadas cosas. Estoy en plena digestión, así que os pido que me disculpéis si la sangre que me llega al cerebro no basta. Hoy es un día festivo para mí. El calendario ortodoxo celebra el día de San Clemente de Ojrida. Mi universidad, aparte de ser conocida como Universidad de Sofia, tiene por nombre Universidad San Klement Ojridski. El recién reelecto rector ha hecho pasar una circular diciendo que ayer lunes hacíamos puente. Así pues, 4 días de descanso. El lunes tenía que entregar la segunda parte del trabajo de electrodinámica, y así me he podido tomar más tiempo.
Pero esto es ahora, y tengo 2 fines de semana de los que poneros al día. Pero para empezar mi historia mejor me voy 3 fines de semana atrás. Estaba yo en Montana como ya os conté, desayunando las masas estas fritas que ya no me acuerdo de como se llamaban, cuando vinieron invitados a desayunar Boico y Marieta, que son un matrimonio de Montana. Boico fue alumno de la madre de Ronny en sus tiempos de instituto. Ella dice que es su alumno favorito. Bien, pues la invitación al Monasterio de Troyan vino de Boico, que da la casualidad de que es amigo del "párroco" ortodoxo responsable de Troyan. Al parecer estas visitas al monasterio con algún miembro de la familia Trifonova son comunes. En la iglesia ortodoxa la máxima autoridad es el patriarca, inmediatamente debajo en la jerarquía hay 5 sveshtenik, que no sé como traducir. Bien, pues este "párroco" es uno de esos 5. A Troyan se llega en unas 3 horas desde Sofía. Hay que coger la carretera que vertebra el país y que va de este a oeste, y más o menos en el centro de Bulgaria, y que subir al norte hacia la cordillera balcánica. Boico, a sus treintainueve, es otro de esos búlgaros temerarios al volante. No los entenderé nunca.
En la cena, la verdad no sabía como comportarme. Llegué y saludé al sveshtenik. Este hombre debe tener unos 70 años, y es como 4 veces yo a lo ancho (sin exageración). Me invita a sentarme, y me ponen rakía. Esta vez era mucho más suave que la rakía de Borislav, pero con eso y con todo, la verdad es que no pude pasar del cuarto sorbo. El sveshtenik me dice que tengo que aprender a tomarla. Luego se pone a hablar de su mujer y de las peleas. Dice que le encantaría tener 21 para volver locas a las chicas. Creo que no debo ir más allá de esto por no dar una imagen que tampoco es. Era un contraste muy curioso este de alguien con tanta autoridad en la Iglesia Ortodoxa (con su apariencia en plan pompa y tal), y que a la vez era hasta tal punto uno más en la reunión. La comida es la mejor que he probado hasta el momento en Bulgaria. El sveshtenik tiene su propio cocinero, y la verdad que está a la altura de su puesto. Los 2 días que estuve preparó unas ensaladas increíbles. La primera noche, además hizo guivech, que es el mismo plato (carne con verduras) que ya había tomado en Melnik cuando visité Rozhen con los castellonenses, solo que esta vez estaba servido en una fuente enorme, y era inmejorable. Me lo comí entero. Los siguientes días el cocinero preparó conejo y cerdo, a cual más rico. El cocinero es novio del amo de llaves. El chofer del sveshtenik se pilló una borrachera y se puso a hablar de física y teléfonos móviles. Claro que esa noche no conducía. Cenas de bromas y anécdotas, de las que yo pillaba el 2%. Me dicen que al día siguiente viene un griego muy religioso. "Muy religioso", pienso yo. El griego acaparó la reunión con sus historias y sus bromas. Vestía una gabardina negra y larga, y se parecía a Al Pacino.
Troyan es pequeño, pero precioso. Una vez más, las celdas el monasterio rodean una iglesia que ha sobrevivido la ocupación otomana (Dios sabe cómo). Está lo bastante cerca de la antigua capital (Veliko Turnovo) como para haber caído con todo lo demás. Además tiene un gran peso histórico en el marco de la reconquista búlgara y la última generación de la monarquía. Lo más destacable de Troyan es que acogiera nada menos que al héroe nacional búlgaro. Y no puedo pasar más cartas sin hablar de Vassil Levski, que es el Che Guevara de Bulgaria. Sus frases eran del tipo: "Libertad o muerte", que a todos nos son familiares. Vassil Levski aparece en los cuadros como un hombre de muy buen parecer y porte balcánico. Sus facciones son muy marcadas, pero sin perder el atractivo. Y parece que siempre tenga la permanente. Internet tiene un montón de fotos suyas por si alguno tiene curiosidad. Es el símbolo de la lucha por recuperar Bulgaria, y como no, también es mártir de su causa. Murió ahorcado por los turcos. Algunos reconocerán al equipo de fútbol que lleva su nombre. Es lo que más pasa fronteras en cuanto a él. Aquí en cambio, hay recuerdos de él por todas partes. En Troyan se escondió varios días en la celda más alejada, preparándose un techo falso en uno de los armarios para poder escapar por el tejado. Es muy chulo ver el pasadizo; es de película. Han hecho un museo de esa habitación y la que está pegada. Un poco más abajo en el pasillo están los aposentos de Igor III, que es el padre del ex-rey y actual primer ministro de Bulgaria, Simeón. Muy pequeños, muy acogedores y llenos de detalles.
El apoyo popular a Simeón fue abrumador en las últimas elecciones, pero la gente está muy decepcionada con su gestión. Ha caído en las encuestas en picado. Algunos me dicen: "¿Quieres hacernos un favor?, llévate a Simeón de vuelta a Madrid y serás el héroe". Otros dicen: "Simeón no comprende a los búlgaros", haciendo alusión al largo tiempo que pasó fuera del país. En el sistema parlamentario búlgaro el primer ministro es el líder del gobierno, pero existe otra figura (la del presidente de la república), que dicen que le habría venido mucho mejor a Simeón. El presidente es un poco como nuestro rey, con la diferencia de que es elegido (aunque de forma indirecta). Actúa de diplomático y mediador. Es un puesto menos duro que el de primer ministro, y es más querido por el pueblo en general.
En Troyan hicimos senderismo empinado como pocos, y subimos a una pequeña ermita perdida en la montaña. A la vuelta visitamos el monasterio de Gloshem, que está en lo más alto de un pico a la salida de la cordillera. Está en construcción, pero conserva su encanto, con esas tejas de pizarra y esa capilla tan pequeñita. Con este ya son 4 los monasterios que visito: Rozhen, Rila, Troyan y Gloshem. No era este el tipo de turismo que me imaginaba en Bulgaria, pero ha sido muy bonito como experiencia.
Los "exámenes" de la semana después de Troyan han ido todos bien, aunque todavía no he terminado, espero que todo siga como hasta ahora. Lo mejor de esa semana fue que una vez más la embajada de España me invitó a algo. Esta vez vi "El lago de los cisnes" en la Ópera de Sofia. El ballet nacional búlgaro estaba completamente a la altura. Lo hicieron muy bien. Me vino ese hormigueo en la nuca cuando en el tercer acto Odile consigue la corona del príncipe, y la obra entra en esta parte de shock generalizado. Y parece que al final la pareja no muere, pero habían muerto hacía poco ahogados en el lago cuando se rompió el hechizo de Von Rothbard, solo que al final aparecen unidos como una especie de símbolo de redención por los demás cisnes. Aluciné: era el primer ballet que veía.
Arguiñe, Nur y Estela (de la cámara de comercio de la Embajada Española) me invitaron a ir a Grecia en su coche diplomático. El plan era escaparse el viernes hasta Kavala y desde allí coger un ferry hasta Thassos. Al final se nos unieron los catalanes, que alquilaron otro coche. Para salir con el coche hacía falta pagar la tarjeta verde, y por supuesto llevar el pasaporte. El último pueblo de Bulgaria saliendo desde Sofia en dirección sur se llama Kulata. No pudimos evitar bromas sobre que Kulata está justo en el "trasero" del país. A pesar de que ellas tienen pasaporte diplomático, tardamos media hora cada vez que cruzamos la frontera. Como se nota que es un límite de la Unión. Las colas enormes de coches y camiones, los trámites y las 20 comprobaciones, las desinfecciones, los rayos x, y las esperas de comprobación de personas en las bases de datos hacen evidente que la política europea de fronteras es muy tediosa incluso a nivel de migración legal (cuanto más será la ilegal). Y eso que nosotros por ir con gente del cuerpo diplomático, nos colamos las 2 veces. El pasaporte de esta gente es muy chulo. Es azul marino en lugar de marrón, y dentro pone algo así como: "Las autoridades del reino de España piden a las autoridades civiles y militares de España que dejen a esta persona campar a sus anchas, y lo mismo pide a las autoridades de otros países".
A 10 minutos de entrar en Grecia, las carreteras se vuelven autopistas, y la señalización está por todas partes. Los olivares están a ambos lados de la carretera, y el paisaje combina llanos con montañas de pino mediterráneo (como los nuestros). Las montañas no son demasiado altas. Mejora la iluminación en las carreteras, y la gente conduce con un poco más de sentido común. Para llegar a Kavala dejamos la carretera de Tesalónica a un lado y atravesamos una cordillera un poco ancha, de forma que puedes llegar a ver Kavala desde lo alto con el mar de fondo. Precioso. Como íbamos en plan aventura, primero comprobamos si había ferrys. Salgo y pregunto en inglés. Me contestan de la siguiente forma: "Fery is clost!! Com tumoro!! At eit!! Tumoro!!". Menos mal que muchos griegos saben inglés, aunque su acento es muy divertido. Así que a buscar hotel en Kavala. Dimos con uno en pleno paseo marítimo, con habitaciones enormes y muy buenas duchas. Costaba 16.50€ por persona. Cenamos un Kebab y fuimos a un pub griego. La transición del cilírico al alfabeto griego fue una bendición. Había muchas menos cosas que tener en cuenta. Con poco esfuerzo podías leer todo rápidamente. Un grupo tocó 3 canciones griegas y se fue.
Al día siguiente subimos al castillo y la acrópolis de Kavala, que tienen de nuevo vistas preciosas de la ciudad y el mar. Y a mediodía cogimos el ferry. Tarda una hora y pico en llegar a la isla. Y el paseo es lento y agradable. El barco se llamaba Thassos VI. Una vez en Thassos, lo primero fue ir a la famosa Golden Beach, que es una playa paradisíaca. Los catalanes, que están locos, se bañaron. Me sorprendió mucho la poca salinidad de esas aguas. Casi podías beber sin problemas. Las aguas no tenían movimiento alguno. Tanto es así, que nos dedicamos a tirar cantos rodados a ver cuantas veces botaban. Hacía algo de fresco, pero el día era soleado, y agradable.
La capital de la isla se llama como la isla: Thassos. Y es un pueblo muy pequeño completamente equipado para recibir turismo en masa durante el verano. Creo que no llegué a ver más de 20 personas del pueblo y 2 turistas aparte de nosotros. Casi todos los hoteles estaban cerrados hasta abril. Pero dimos con el hotel Viki, que tiene una entrada taco de chula con su fuente, su cesped, y su aparcamiento, y que nos costó 10€ la noche que estuvimos. Por la noche fuimos a un pub donde iban a hacer una fiesta griega de esas donde la gente se pone en corro y con las manos en alto chasquea los dedos, y hace esos giros tan chulos en los que se levanta una pierna.
Thassos (la isla) es famosa por sus mármoles. Vimos varios camiones con bloques enormes de mármol por sus carreteras. De aquí son algunos mármoles que usaban los antiguos para sus edificios. Thassos alberga conferencias internacionales para empresas del mármol, además de la cantidad enorme de turistas que buscan tanto playa como montaña. El Dr Zheliascov me contó que no hace ni tres generaciones de que la isla fuera parte de Bulgaria, a pesar de estar la franja norte griega entre Bulgaria y la isla. Es fácil ver en un mapa la inviabilidad de esa conquista.
Las comidas en Grecia estuvieron todas muy bien. Aunque las ensaladas mediterraneas que sirven aquí no están ni de lejos a la altura de las nuestras. Tal vez en el sur de Grecia sea distinto. Si pides los postres, te llevas la sorpresa de que en lugar de traerte una carta de postres o decirte qué hay, ellos ya han elegido el postre por tí. Y además es siempre el mismo postre: Manzanas peladas y cortadas en canela y con miel. Especulamos con la posibilidad de que "Dessert" sea el nombre propio de ese postre. Los precios de los restaurantes son completamente europeos. Dio gusto volver a cruzar la frontera, y comer hasta reventar por 3€ en un restaurante a medio camino de Sofia.
Durante la vuelta, y desde que volvimos la niebla no se va de Sofia ni de 100km a la redonda. Seguimos teniendo una temperatura agradable (unos 14ºC), y la nieve está tardando más de lo normal en aparecer. Por supuesto, yo de esto no me quejo. Ahora cuando sales a la calle, hace frío, pero a la vez bochorno. Vas con sudores fríos y a la vez abrigado. Es una sensación rara. He hecho nuevas amistades, y he conocido más del centro de Sofia. A parte he visitado por fin el monumental NDK (endeká) de Sofia. Con todos sus cines, teatros, salas, congresos, exposiciones. Es un edificio gigantesco y muy bien preparado para 20 cosas a la vez. Media ciudad está por allí. Ya os enseñaré fotos. Esta noche voy a otro concierto que será en el NDK. Esta vez voy con compañeros de la facultad.
Hasta la próxima carta, que no sé si será la última o penúltima. Un abrazo,
David

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